31.10.13

Bastet estás ahi?

Todos los problemas tienen la misma raíz? Creo que todos los problemas tienen el mismo fin, la misma maldita terminación: la búsqueda inalcanzable de Felicidad, que solo concluirá en esa luz que tanto nos atormenta. Traté fallidamente ciento de veces que la alegría momentánea que Felicidad me daba cuando Venus se sentaba a mi lado se quedara para siempre, pero por extrañas razones siempre se iba y mi mente tendía a buscar sus causas en el vacío existencial que dejaba tras de sí. Y que encontraba? La maldita entrada a esa luz. Tengo el pase en mano y lo vivo usando. Con cada adiós que ella me dice, vuelvo a usarlo hasta desgastarlo. Hasta encontrar mí propio límite, cada vez con mayor intensidad, con más velocidad, al punto que el proceso que antes habían sido años hoy son días. Es cuestión de días para que quiera volver. Cuestión de duras palabras para que crea que esa es Felicidad, que me grita que juegue con ella.
Años atrás, cuando 18 se fue, estuve 7 meses meditando el volver, negándomelo con todas las fuerzas. Pero ayer se fue 6 y no tuve que meditarlo, simplemente me resigné a hacérmelo, a matarme corriendo, a matarme no comiendo, a matarme un poquito. A jugar a las escondidas con Felicidad. Creyendo que cuánto más duro sea el juego, más se cansa de irse y más se acerca. 
Salí de tu escondite Bastet, no me gusta tu juego mental.

Como si fueras aire.

Me levante con una lágrima en el alma. De esas que cuando caen pesan kilos y se llevan a su paso todo el sofoco que te produce el dolor. Tristemente, no cayó fuera, se deslizo hacia mi corazón y se quedo ahí. Me hizo abrir los ojos y verte a vos. Vos encima de mí. Sonriendo. Disfrutando el hecho de despertarme. De irrumpir mi mundo de sueños para tirarme de un azote a la dura realidad en la que vivo. Y empezaste a correr dándote vuelta a mirarme, estirándome la mano pero cada vez más lejos e inalcanzable. Gritándome “me ves, estoy acá, vení, corre más rápido, gastate toda la energía que acumulaste”. Y sonó Led Zeppelin, aturdiéndome. Haciéndome caer al suelo, tapándome los oídos, no queriéndote escuchar más. Pero te seguí mirando. Quieto, con tu media sonrisa, con tu guitarra y tus gatos. Con todos tu lunares y un comando en la mano. Negro, negro como la oscuridad que dejaste. Aplastante, como vivir sin atmósfera.  

Razones.


Por las cuales voy a morir rodeada de gatos:
- Me encanta ser melodramática y llorar por todo.
- Tengo la necesidad de tuitear todo lo que me pasa y pienso.
- Cuando el flaco que me gusta me pide que le cuente un secreto no se me ocurre más que contarle sobre mi desorden alimenticio; haciendo que nunca jamás me invite a comer por miedo a que me ponga depresiva en la salida.
- Me encanta exagerar las cosas al punto de hacer de una quebrada de uña una catástrofe.
- Soy caprichosa al cubo. Necesito todo rápido y en la forma en que me gusta o me deprimo.
- Tengo la loca idea de amar sobre todo y se me va de las manos. Ya creen que me falla.
- Uso palabras como 'wasca' 'pija' 'coger' dos o tres veces cada treinta minutos.
- Digo absolutamente todo lo que pienso, sin ningún tipo de filtro.
-  Analizo exageradamente cada detalle, porque lo esencial es invisible a los ojos.
- Soy romantiquisima. Te puedo llegar a caer con un oso gigante sin ningún tipo de razón.
- Pienso únicamente con el corazón. Así me va.
- Soy muy efusiva. De esas que bailan en colectivos, sonríen por la calle, corren en la facultad y te abrazan en medio de charlas serias.
- Un comentario doloroso me puede estar resonando y haciendo llorar hasta por meses, y probablemente me reí del mismo o me mostré indiferente cuando lo escuche.
- No supero a ninguno de mis exs, porque el amor verdadero no se supera ni se reemplaza, se guarda para siempre en un rincón del alma.
- Hago de hombre, madre y mejor amiga en una relación, pero nunca de novia. Necesito sobreproteger a mi pareja.
- Me encanta sentirme orgullosa de lo trola que alguna vez fui.
- Me gustan Tan Bionica y Macri.

Por las cuales voy a conseguir novio:
    - Soy tetona.


30.10.13

Jinetes

Era 10 de Marzo de hace casi dos décadas atrás cuando cuatros nenes entraron al hospital, era de madrugada, pero sus insaciables ganas de divertirse eran inagotables. Eran de esos niños que irradian brillo, no de su mirada ni de su sonrisa, sino por las orejas, desde el cerebro hasta tu alma. De esos que si los mirás fijos a los ojos te cambian el destino.
No saben porque, pero decidieron esconderse en esa habitación, y les llamo la atención un bebe. Uno diferente, avioletado y sonriente, de esos que lagrimean de felicidad. La miraron y la sentenciaron: “le sonreirás al mundo, aunque ni puedas respirar”. Y murió unos minutos. O capaz, para siempre.

Principio o fin? Tal vez, círculo.

Vuelvo a escribir. La razón? El total vacío existencial que me dejó este año. No publico hace muchísimo, supongo que maduré y el arcoíris que trataba de difundir fue opacado por incontables tormentas, huracanes y tsunamis sentimentales. Intenté que valiera la pena el enamorarme de sucesivas almas autodestructivas. Que podía llegar a cambiarles de pensamiento con respecto a ellos mismos, pero lo único que logré fue sumarme a ellos. A que me quede pegada sus ganas de no hacer nada, de resignarse a tirarse a la cama y que la vida pase, rezando porque la agonía de existir termine, de irse al más allá, que caiga el techo y por fin descansar eternamente. Pude lograr sacarlos de esa mierda por un tiempo, de alejarlos, de mostrarles la belleza del cielo, los colores de los pájaros y el olor del amor; pero con el tiempo mis fuerzas se fueron debilitando y su tristeza fue resurgiendo, matándome. Como si estuviera corriendo una maratón, empezando con una sonrisa, dándole fuerzas a mis propios compañeros y recorriendo los últimos kilómetros totalmente agotada, arrastrándome en el ardiente asfalto, pero nunca, jamás, cruzando la meta.