13.12.14

Día uno. 18.

Día uno. Llueve. Adentro y afuera. Toda imagen pictórica del átomo está irremediablemente equivocada. ¿Será el amor también así? Una constante imagen que quiere mostrar todos tus miedos creyendo que alguien más va a estar ahí para tenderte la mano y ayudarte a levantarte. Que mágicamente va a abrir los ojos delante de ti y va a borrar todo pasado oscuro, todo presente aberrante y todo futuro incierto, que te pone en algún tiempo indefinido y te hace creer que todo puede mejorar porque existe ese absurdo paralelismo en el cual todo huele a vainilla. Que te hace escuchar la melodía de un violín en una vieja y corroída estación de trenes, que te hace sentir como el celeste de la atmósfera te envuelve y te eleva. Que te arranca el zapato de la pesadez y te empuja a través de una puerta a un colchón de plumas en el que saltas hasta caer rendido en un sueño feliz. Todo a cambio de que te quedes con esa sensación eterna, que te vuelvas un adicto a ese paraíso que sus ojos te ofrecían día a día. El amor y su imagen pictórica.

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Hacía tanto calor afuera que era sofocante. Él no dejaba de hablarme de su música y del sueño inalcanzable de tener su propio bajo. Solo se detuvo para saludarla. Me pareció que ese saludo tenía que haber representado más: ella sonreía vigorosamente y lo abrazaba. Tenía tatuada la espalda con unas suaves líneas que no pude entender hasta mucho después. Después de eso él dejó de hablarme de todos sus sueños para contarme de ella y su increíble personalidad. Esa mujer era la paz que nunca había podido encontrar.

5.7.14

Regret.

Él le había dicho que no le iba a permitir volver a caer en ese infierno, que iba a cortarle todas las ganas implantándole el sentimiento del verdadero miedo. Le dijo que se vaya, que corra porque se iba a inyectar e iba a dejar de ser él para convertirse en el Diablo. Ella no huyó, se le quedó mirando desde arriba, con esa mirada que tienen los guerreros que saben que van a desangrarse pero salen al campo de batalla y dan todo por su Patria; con el miedo corriéndole las venas pero sabiendo que iba a pelear, que nadie la iba a pisar. La encerró. La empastilló. Se violentó. Le implantó el miedo con la mirada. Se le grabó a fuego en su memoria. Le juró que nunca más iba a poder levantar la cabeza. Apretó hasta que se puso violeta. Ya no podía ni llorar, no tenía ni fuerza para pedir que pare. En cada momento que pasaba sentía menos, sabía que ya no estaba acá. Lo último que recordó fue el dolor que le implantó ese asqueroso olor a metal oxidado que le hacía sentir.
Cuando despertó supo lo que había pasado. Quiso pararse y no pudo.  Estaba en el desierto luchando desde su inconsciente, desde la razón que no le quedaba. Pasó años en aquella oscuridad y en la soledad que le implantó.

Quedó en ese piso.

23.5.14

I see fire.

Ojalá que nunca la tristeza invada tu ser. Ojalá que siempre encuentres la luz en toda oscuridad. Ojalá que nunca te abandone tu guía. Ojalá que tus ojos nunca se cierren. Ojalá que aprendas a volar porque esas alas de cristal merecen tocar los altos cielos. Ojalá que tu boca nunca deje de sonreír. Ojalá que tu garganta jamás deje de cantar. Ojalá que encuentres la paz en cada nube. Ojalá que el rocío moje tus orejas y te haga sentir el estremecimiento que provoca tu presencia. Ojalá nunca se apague el cigarrillo que te incentiva a seguir. Ojalá que veas el fuego que produce tu respiración y las marcas que dejan tus pies. Ojalá que cada enfermedad solo te sea un motivo más para luchar. Ojalá te regalaran un soldado para matarte todos los fantasmas. Ojalá tu valentía nunca se esconda detrás de ningún escudo. Ojalá que las estrellas lluevan sobre cada noche de calor y que el Sol caliente todas tus noches de frío irracional. Ojalá que el vicio de tu garganta no deje de latir. Ojalá descubriéramos el líquido de la perfección, ese que corre por tus venas. Ojalá que tu panza se llene de mariposas y tus pómulos de rosado. Ojalá que el viento nunca deje de tener tu perfume, bendito oxígeno que respiro. Ojalá tus piernas nunca dejen de avanzar. Ojalá descubrieras la inmensidad de tu alma. Ojalá te logres ver frente al gran espejo de la realidad: hermosa y radiante. Ojalá todas las mañanas se pudiera desayunar el café de tus ojos. Ojalá tus brazos de ángel nunca dejen de apaciguar dolores.


Ojalá que algún día el amor alcance a ser suficiente como para devolverte cada acción divina que hacés. Ojalá seas eterna.

8.4.14

Coma.

Cerró los ojos y quiso imaginarlo. No pudo. Supo que era tarde, que había caído en una red interminable de sentimientos. Esos que la aterran, los que la habían empujado a tantos abismos, destruyendo toda porción divina. Contuvo la respiración para dejar ir todo aquello. Se olvidó de inspirar, el recuerdo más hermoso le cruzaba las pupilas. Su sonrisa. Su bello rostro de porcelana. Su pequeña estatura y el inmenso contenido dentro de esa corteza.  De su alma. Quería detener el mundo y vivir en su aura. Escabullirse hasta lo más profundo de su espíritu y perderse en el océano de su amor, de sus hábitos, de sus canciones y de su futuro.
Tuvo miedo pero no se animó a abrir los ojos. No quería salir del trance, no quería caer al mundo. Algo había cambiado en su alma aquella mañana en la que supo que paz era su nombre. Supo que era tan diferente que necesitaba recorrerla con la yema de sus dedos. Tocarla, atravesarla. Invitarla a su vida y elevarla.
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No recuerdo hace cuento tengo los ojos cerrados, menos cuando fue que dejé el acto de respirar, ese que hacen los simples seres existentes. Sé que esto no es humano, es celestial. Como su tacto. No volveré a la Tierra, me quedó acá. Observando desde mi Kibbutz todo el pasado que nunca fue presente. Porque sé que esto es vivir y todo había sido una ilusión horrible: el purgatorio. Descubrí la puerta a la felicidad eterna. Ella.