Vuelvo
a escribir. La razón? El total vacío existencial que me dejó este año. No
publico hace muchísimo, supongo que maduré y el arcoíris que trataba de
difundir fue opacado por incontables tormentas, huracanes y tsunamis
sentimentales. Intenté que valiera la pena el enamorarme de sucesivas almas
autodestructivas. Que podía llegar a cambiarles de pensamiento con respecto a
ellos mismos, pero lo único que logré fue sumarme a ellos. A que me quede
pegada sus ganas de no hacer nada, de resignarse a tirarse a la cama y que la
vida pase, rezando porque la agonía de existir termine, de irse al más allá, que
caiga el techo y por fin descansar eternamente. Pude lograr sacarlos de esa
mierda por un tiempo, de alejarlos, de mostrarles la belleza del cielo, los
colores de los pájaros y el olor del amor; pero con el tiempo mis fuerzas se
fueron debilitando y su tristeza fue resurgiendo, matándome. Como si estuviera
corriendo una maratón, empezando con una sonrisa, dándole fuerzas a mis propios
compañeros y recorriendo los últimos kilómetros totalmente agotada, arrastrándome
en el ardiente asfalto, pero nunca, jamás, cruzando la meta.