13.12.14

Día uno. 18.

Día uno. Llueve. Adentro y afuera. Toda imagen pictórica del átomo está irremediablemente equivocada. ¿Será el amor también así? Una constante imagen que quiere mostrar todos tus miedos creyendo que alguien más va a estar ahí para tenderte la mano y ayudarte a levantarte. Que mágicamente va a abrir los ojos delante de ti y va a borrar todo pasado oscuro, todo presente aberrante y todo futuro incierto, que te pone en algún tiempo indefinido y te hace creer que todo puede mejorar porque existe ese absurdo paralelismo en el cual todo huele a vainilla. Que te hace escuchar la melodía de un violín en una vieja y corroída estación de trenes, que te hace sentir como el celeste de la atmósfera te envuelve y te eleva. Que te arranca el zapato de la pesadez y te empuja a través de una puerta a un colchón de plumas en el que saltas hasta caer rendido en un sueño feliz. Todo a cambio de que te quedes con esa sensación eterna, que te vuelvas un adicto a ese paraíso que sus ojos te ofrecían día a día. El amor y su imagen pictórica.

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Hacía tanto calor afuera que era sofocante. Él no dejaba de hablarme de su música y del sueño inalcanzable de tener su propio bajo. Solo se detuvo para saludarla. Me pareció que ese saludo tenía que haber representado más: ella sonreía vigorosamente y lo abrazaba. Tenía tatuada la espalda con unas suaves líneas que no pude entender hasta mucho después. Después de eso él dejó de hablarme de todos sus sueños para contarme de ella y su increíble personalidad. Esa mujer era la paz que nunca había podido encontrar.