Entró a la casa de su novio como si fuera su propia casa y se tiro en esa cama, que ya era su lugar en el mundo, a pensar. Venía de decidir su futuro. Química. Sabía que ella nunca la iba a
abandonar, siempre había estado ahí. Se puso a meditar sobre esos 5 años que habían
pasado. Lo popular que se había convertido.
Todos
sabían quien era, quienes habían sido sus novios, quienes tenían el lujo de saber sus secretos; sabían que nunca se había peleado
con nadie y la única persona que la odiaba seguía recibiendo su efusivo saludo mañanero: "buen día, sonreí que te ves más hermosa". Conocían a la perfección que era ella la persona ideal para contarle un
secreto. Nunca juzgaba, le encantaba escuchar y
aconsejar. Siempre estaba con una sonrisa y los brazos abiertos para
llenarte las penas con cariño. Siempre enamorada y ágil. No
le alcanzaba el tiempo en sus momentos libres para preguntarle a todos los que habían
confiado en ella si estaban mejor. No
le daba el tiempo para saludar a todo el
mundo. Nunca estaba sola. Tenía un nivel social increíblemente
envidiable. No había persona que no conociera su casa y su asombrosa actitud de bienestar constante. Su vida era increíblemente perfecta. Tenía el
novio ideal, de esos que parecen de película, siempre con una sonrisa y ganas de hacer nuevas amistades, pero no con todo el mundo, solamente con los que tenían cierto 'estatus' social; casualmente era
el anfitrión de las mejores y exclusivas fiestas. Eran inseparables, almas gemelas. Perfectamente combinables.
Pensó
lo mucho que iban a cambiar las cosas en la universidad. Iba a pasar de ser una
total reconocida a una desconocida. No iba a seguir teniendo las tardes libres
ni las ganas de ir a fiestas que hoy eran inagotables. Pensó lo mucho que iba a
perder: no sabía si toda la manada de gente con la que sociabilizó eran los que
iban a necesitar de su inagotable simpatía o ella iba a extrañar la vida fabulosa que
ellos le proporcionaban junto a su confianza. No lloraba hace demasiado tiempo. Su familia tenía un clima ideal y sus amigos más
cercanos eran irreemplazables, de esos que estaban en todo momento a su disposición.
Pensó
lo mucho que le iba a costar formar algo así entre millones de alumnos y lo
mucho que iba a extrañar poder contener y ser
contenida por todos. No ser juzgada jamás y tener al alcance de su mano más
de mil soluciones a sus diminutos problemas.
Quería seguir teniendo esa
vida eternamente. Le cayó una lágrima de felicidad y cerró los
ojos para esperar que él la despierte de su siesta con uno de sus besos mágicos. No
se imaginaba que, efectivamente, la química iba
a ser la única que no la abandonara en los oscuros tiempos que se le venían.