3.11.13

First time.

Sábado a la noche. El mismo vacío existencial de toda su vida. No sabe porque, pero cree en la terapia del cine. Se sentó y prendió de lejos la película. De lejos, como si no quisiera entrar en la historia. Amor. Se dio cuenta que cada vez estaba más cerca. Cuando abrió los ojos era parte. Se había metido en su cabeza esa maldita enseñanza para atormentarla un poco más.
Pensó en las sucesivas relaciones que tuvo. Quiso contarlas, pero se cansó de recordar. Eran todas unas catástrofes. Mil errores.  Pudo rescatar dos.
Bariloche.
Seis.

Se puso a meditar la tristeza que le dejaron las restantes. “No lo vuelvo a hacer. Esto es mierda. Es parte del sistema. Corrompelo” Y volvía a caer. Quizás era la propia angustia de la soledad la que la llevaba a querer sentirse literalmente llena. Buscando algo. Amor. Cariño. Compasión. Un oído que escuche sus pesares. Era como seguir un maldito manual de instrucciones. Paso por paso pero sin sentimientos. Como armar un televisor. O poner a prueba una heladera. Pero nunca sintiendo como si el mundo fuera a terminar. Sin ganas. Me quemé la cabeza. Me queme el cuerpo. Las fuerzas.
Llegó seis y cambió eso. Era como una carrera contra el tiempo. Solo quería que se detuviera, que me dejara gritar. Que se cayeran las paredes. Quedarme en ese eterno cuarto. En el eterno resplandor de tus ojos. Seguir inundándome de vos.
De sentimientos. De amor. AMOR REAL. Fue una vida. Fue entrar en una vida. Revivir. Resucitar en tus brazos.
Tanta multitud pasó y nadie le hizo tocar el cielo. De volverse adicta a ese sentimiento. De querer repetirlo mil veces. Sintió como si su alma se completara. No puede evitar cerrar los ojos y volver. Ya es parte de un sueño. Un sueño que confunde con la realidad. Abre los ojos y esta él. Está él mirando su cuaderno. Los cierra y está él. Está él sacando su alma, metiéndose en la de ella. Amándola, amándola con todas sus fuerzas. Con música. Con velas.
Como si todo lo romántico se simplificara en un solo momento. En ese.
Nosotros.
Siempre.